domingo, 2 de octubre de 2011

Ciutadella nocturna


Era de noche y ella se sentó a escuchar en el banco de un parque. Sóla. Como un ave nocturna. Sus oídos eran el manto de arena que cubría el suelo. El crujido rítmico de las pisadas de los corredores le daba paz. Crujidos que se mezclaban con otros más irregulares: a veces intensos y arrastrados, a veces cortos y violentos. Dibujaban en su cabeza ideogramas fugaces, informes.

Las farolas desnudas de sombra dibujaban un halo amarillento en la arena. Todas en fila, sin moverse.

Mientras, los árboles se miraban las flores sin decir nada, conforme a su naturaleza de vida inmóvil.