jueves, 29 de abril de 2010

Desidia

Me dormí. La inercia del sueño me absorbió profundamente cubriéndome de una película impermeable. Sentía resbalar las gotas del tiempo sobre mi cuerpo. Corrían ágiles, limpias, sin tocarme, sin ensuciarme con su ritmo gris. El mío era blanco, inconsciente, vacío, intemporal.

Al despertar sentí mis propios latidos demasiado violentos, como ajenos a mi ser inactivo. Los sentía en todo mi cuerpo, golpeando mis venas en impactos secos y duros, como si éstas fuesen puertas. Latidos desbocados como la respiración del naufrago que, a punto ya de ahogarse, consigue asomar la cabeza por encima del mar embravecido.

Así, desesperadamente llamaba el instinto vital a mi puerta, despertándome sobresaltadamente. Aquel sueño profundo había hecho saltar la alarma más primaria de mi cuerpo, dejando en mi mente una turbadora sospecha difícil de aceptar.

Había estado a punto de dejarme morir. De abandonarme a la desidia y ahogarme en sus aguas.

martes, 13 de abril de 2010

Soy a través de lo que creo ser

Me reconstruyo en los espejos que imagino en vuestros ojos

Las apariencias de mi yo se abrazan, se diluyen, se rechazan y se pierden,
por calles delgadas y amargas.

¿Hay algo más?
¿Algo que respire entre ellas sosteniéndolas?
¿Una esencia en forma de aliento?
¿Algo que las una, que las subyazca y les dé sentido?

Una a una me desprendo de mis apariencias,
Son finas y débiles sábanas de humo;
Encuentro un vacío desnudo,
una nada atragantada,
un silencioso vértigo,
una palabra muda,
una trágica contradicción.

Tal vez ellas fueran todo.
Tal vez el yo ha desaparecido,
quizás nunca existió.