sábado, 11 de agosto de 2012

La inercia, el silencio y los muertos que escriben


"Manos dibujando",   M.C. Escher
Pienso en la inercia. La inercia no arrastra la pluma sobre el papel. La mano del inerte se abre flácida y la pluma rueda tras un golpe sordo por el papel. Es posible que con el choque parte de la tinta se derrame sobre la hoja formando charcos azules que es posible que mojen la mano pero no le harán sentir la humedad ni el frío.

Si se pudiese escribir desde la inercia, ¿qué escribirían las manos de los muertos? Me imagino manos asomando de la negra tierra de un cementerio inmóviles esperando sin esperar un lápiz o una pluma. Digo esperando sin esperar porque viven sin tiempo, en la eternidad de la inacción ¿ qué puede importarles que sea hoy, dentro de un año o de 4 siglos? Tarde o temprano alguien les acercará una pluma y ellas las asirán, repentinamente, como las plantas carnívoras cuando, tras la paciente espera, se cierran para atrapar un insecto.

¿Qué escribirían entonces las manos de los muertos? Tal vez escribirían un punto; un punto y final. Permanecerían con la pluma clavada sobre el papel y el punto se iría haciendo más y más grande hasta que la tinta cubriese todo el papel. O tal vez no. Yo me imagino que dibujarían una línea recta horizontal:

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Es la viva imagen de la inercia: plana, infinitamente tumbada, sin cambios ni sobresaltos. Recuerda al diagrama que aparece en las pantallas de los aparatos de los hospitales que registran las constantes vitales.
De todas formas, volviendo a la realidad, si es que alguna vez hemos estado: lo inerte no escribe. La inercia es el camino al silencio y a la quietud indiferente. Muy diferente del mutismo, por cierto. Todo mutismo es silencio, pero no todo silencio es mutismo.

El mutismo es siempre voluntario o impuesto. Uno puede envolver su frustración, su rabia o incluso su ira en mutismo. El silencio se convierte en estos casos en algo cargado y que podría dispararse en cualquier momento. Este tipo de silencio puede ser muy hiriente, y lo curioso es que lo es por su mera potencialidad, no es necesario que llegue a disparar para intimidar al contrincante. El otro habla y lo acusa a uno, uno permanece callado, el otro se agita y remarca su posición con más fuerza. Pero poco a poco, nadie sabe cómo, el otro empieza a justificar los motivos de su acusación, es decir harto de tu silencio empieza a imaginar lo que podrías decirle y lo que probablemente estás pensando. Y son los ataques imaginarios del otro los que lo derrotan sin que tú tengas que hacer nada. Nadie mejor que el otro para descubrir su propio talón de Aquiles.

El silencio no se puede rebatir: no dice nada, pero podría decirlo todo. Pertenece que al orden de lo infinito, es el ser en potencia. El que calla no se pronuncia, no se moja ni se ensucia. Las palabras se construyen a partir de cortar, de delimitar; el silencio puede inundarlo todo. Es el as en la manga que no se digna a descubrirse. El misterio de lo inexpresado y de lo inexpresable. Sobra decir que utilizar algo tan bello y poderoso como el silencio en una trivial lucha de egos, aunque efectivo, es algo bastante poco noble. En cualquier caso la persona que decide, consciente o inconscientemente, permanecer callada no siempre se sale con la suya. Es una táctica particularmente inútil contra una persona muy segura de sí misma y de lo que dice, y particularmente efectivo con personas inseguras, dubitativas o particularmente empeñadas en ponerse en la piel del otro y llegar a un entendimiento.

Pero bueno, basta ya de detalles que esto empieza a parecer una especie de guía de manipulación, cosa que difícilmente sería capaz de hacer y sobretodo no es lo que pretendo. La verdad es que no se cual es mi pretensión, todo empezó con manos de muertos que escribían y acabó en el uso táctico del silencio. Tampoco es cuestión de criminalizar al silencioso, a veces simplemente es alguien que no sabe qué decir, que está cansado, piensa que no será escuchado o entendido o muchas otras posibilidades.  

lunes, 28 de mayo de 2012

Crisálida

Foto: Sasanba











 I.


Mis manos reviven recuerdos de cuerpos,
como en un desfile de calor sin piedad
que traiciona incesante,
La intimidad del desnudo del otro

Vértigo temeroso que se escurre entre mis dedos
Atrapo cuerpos, pierdo cuerpos
¿A dónde va cada mundo,
de gemidos, sus susurros y risas cómplices,
Hecho de mí y un tú?
¿A dónde va lo cercano cuando se aleja?

Mis manos tiemblan y se vuelven hacia dentro
¿Qué estoy haciendo?
¿Acaso hay algo que se está gastando en mi interior
cómo la  caricia que se agota en su repetición?
¿Acaso el frío del mundo me ha convertido ya en un insecto?
La piel se cansa, se irrita
Pero al despertar del sueño
Buscara de nuevo el calor
De la mano que primero calma 
y después hiere.



 II.

Me refugio en la crisálida
Me basta la tibieza
Me basta mi propio calor
Complacida veo mis heridas cerrarse
Y es suficiente

Me vuelvo sobre mí misma
observo un vano esfuerzo
por evitar la terca rueda de los amantes

Vana resistencia,
pues se que tarde o temprano
volverá a atraparme
la seducción de la intensidad.

lunes, 16 de abril de 2012

Sinrazón
















Puede que no tenga la razón, pero tengo la sinrazón
Yo, que como todos los malditos,
Sufro sed de infinito
Y hambre de intensidad
Yo, que he entregado enteramente mi piel a tus manos, te ruego:
Atrápame
Acaríciame
Arráncame
Aráñame
Róbame
Ríeme
Rómpeme
Pero por favor, ten piedad y no me ofrezcas el pan de mañana
Prefiero que ahora mismo me tires,
casi con rabia y desdén,
una piedra
Y morderla en la noche, aún cubierta de tierra
Para consolarme con su gusto agrio
Y mañana, ¿a quién le importa mañana?
No será a mí a quién le consuele
Yo, que salto para saltar
Que tiemblo para temblar
Que grito para gritar
Escucha mi grito:
Es un grito torcido que baila torpe en la oscuridad.
Oye cómo reclama el fuego que le ha sido robado
y cómo, nostálgico de su brillo,
se desliza en las sombras
para hundir su hocico ansioso
en la más negra oscuridad.
Puede que parezca engreída
Puede que sea insignificante
Pero por favor, mientras dure mi efímero aliento:
No me lo recuerdes
Puede que no tenga la razón, pero sé que tengo la sinrazón
Y tú, si tienes el valor, también lo sabes.

sábado, 24 de marzo de 2012

Tigres con las uñas gastadas


Calan profundamente sus garras en la arena. Esto provoca una lenta y constante erosión. Las zarpas de estos fieros animales quedan entonces inútiles para la batalla, y lejos de desgarrar, se deslizan suavemente por el pelaje de sus congéneres en forma de una suave caricia.

Este tipo de pacto ritual, propio de este tipo de tigres, tiene lugar raramente y constituye un espectáculo digno de ver. Comienzan buscando el territorio conveniente; La manada recorre la costa durante horas hasta encontrar la playa adecuada para el rito: Ha de ser extensa, tranquila y de aguas plateadas. Sin embargo, lo primordial del territorio es la arena. Los sensibles hocicos de estos animales de gran cabeza escarban sin descanso buscando la arena propicia: ni demasiado gruesa ni muy fina, ni demasiado seca ni empapada, ni demasiado silícea ni excesivamente caliza.

Una vez que ha escogido el lugar, la manada se reúne y el rito comienza. Diríase que se trata de una especie de tregua. Los fieros animales se quedan indefensos con las uñas limadas. Pero si cabe lo más sobrecogedor es lo que sucede a continuación: Unos con otros frotan sus cabezas contra los lomos y los lomos contra las cabezas y por un instante parecen gatos gigantes y mimosos. Se lamen las pequeñas y pardas orejas e incluso se acarician torpemente con las pesadas zarpas.


Foto: Francisco Armada

(Fuente: http://www.panoramio.com/photo/22382610)

viernes, 6 de enero de 2012

El gato descarriado





El gato descarriado no tiene nombre ni dueño.

El gato descarriado adora maullar al viento.

El gato descarriado araña las sombras de los días.

El gato descarriado mira y no habla; piensa y se calla.

El gato descarriado tiembla y rompe platos.

El gato descarriado hace el pino con el alma.